El poder y el ego en la cima empresarial
En la cima de una organización no solo se enfrentan decisiones complejas: también se libra una batalla silenciosa dentro de uno mismo. Surge la pregunta de si el poder transforma a quien lo ejerce o si el ego interviene en las decisiones más relevantes.
El poder como dignidad y prueba
El poder posee una dignidad propia: es la capacidad de dirigir, mover y organizar a una comunidad hacia un propósito. Sin embargo, también pone a prueba algo más profundo: el estado del ego. Puede ser un motor que impulsa o un freno que detiene.
El ego: imagen y afecto de uno mismo
El ego no es sinónimo de vanidad ni arrogancia. Es la imagen y el afecto que cada persona tiene de sí misma. Cuando se distorsiona —por exceso (sobrevaloración) o por defecto (desprecio propio)— el poder lo amplifica, convirtiéndolo en un riesgo para el liderazgo.
El peligro de confundir cargo con identidad
El cargo es un traje que se viste cada mañana y debe quitarse al llegar a casa. Si esto no ocurre, el traje se funde con la piel. El poder otorga visibilidad y prerrogativas, pero también exige responsabilidad, prudencia y justicia. Cuando se apropia indebidamente, se pierde la noción de su temporalidad y se confunde con el valor personal.
La verdadera madurez del líder
La madurez no consiste en negar el ego, sino en sanarlo y poner el poder al servicio del bien común. Reconocer que el poder pertenece al cargo y no a la persona es fundamental para decidir si se convertirá en un aliado constructivo o en un tirano silencioso que afecta tanto a la empresa como al propio líder.