Una inquietud frecuente en el mundo de la empresa familiar es: ¿cómo educar a los hijos como propietarios responsables cuando han nacido en la abundancia?
El origen del impulso emprendedor
La mayoría de las empresas familiares nacen del esfuerzo de una fundadora o un fundador con visión y, sobre todo, con hambre: hambre de crear, de trascender, de construir un legado. Ese impulso es la raíz del crecimiento inicial. Pero cuando la empresa pasa a las siguientes generaciones —que han crecido en entornos de abundancia—, surge un nuevo reto.
Formar desde lo esencial
La recomendación clave para estas familias empresarias es desarrollar virtudes fundamentales en sus futuras generaciones. Una de ellas es la templanza: aprender a dar un poco menos, a despertar el deseo de desarrollarse por cuenta propia. Se trata de impulsar que los hijos se conozcan a sí mismos, porque antes de hacer, hay que ser. Y solo después de hacer con dignidad, se puede tener como resultado de la acción.
El riesgo de dar sin esfuerzo
Cuando se les da el tener sin haber hecho nada, muchas veces se les lastima. Se les priva de la posibilidad de descubrir sus talentos, de saber de qué son capaces y de construir algo que les permita sentirse valiosos por sí mismos.
Derechos vs. Obligaciones
Esta reflexión recuerda una frase poderosa: “Cuando los propietarios piensan más en sus derechos que en sus obligaciones, han comenzado a destruir la empresa.