La maternidad y el emprendimiento no son caminos opuestos, sino complementarios. Decidí tener un hijo no solo por mi negocio, sino porque sabía que podía aportar algo valioso a otra vida.
Ser madre y empresaria requiere organización, pero también brinda inspiración y propósito. Desde los 19 años he trabajado y aprendido a equilibrar mis roles. No me veo dedicada exclusivamente al hogar, porque también necesito espacios propios y proyectos que me apasionen.
La tecnología ha transformado la manera en que trabajamos, permitiéndome estar presente en casa sin dejar de crecer profesionalmente.
La sucesión empresarial es un tema clave. Mi padre nunca me preparó para asumir el negocio, y en momentos difíciles deseé haber tenido su guía. Hoy, sé que compartir el conocimiento con la siguiente generación es esencial para el futuro de cualquier empresa. No se trata solo de cómo está hoy, sino de cómo queremos verla mañana.