Profesor del área de Factor Humano
Hablar de Nosferatu es hablar del vampiro, de los monstruos, pero también de una serie de eventos muy relevantes que giran alrededor. La película Nosferatu recoge este mito tradicional del vampiro y lo recogemos, a su vez, de la tradición oral de muchas culturas; es esta idea del ser que regresa de la muerte a ingerir la esencia vital de los vivos, representada por la sangre.
En Inglaterra se prohibió la película Nosferatu porque se veía grotesca. Esa imagen del vampiro es diferente a la imagen que tenemos actualmente, certificada por Hollywood. En 1987 hubo una adaptación de Nosferatu que representó el miedo a la decadencia, a los ricos y los poderosos. Miedo a que queremos ser, pero al mismo tiempo no ser como ellos; este empresario que de pronto puede ser una persona que les chupa la energía vital a sus colaboradores. Drácula y Nosferatu se alimentaban de las poblaciones para mantenerse vivos, inmortales y poderosos.
El vampiro es esa figura que representa aquello que nos atrae, pero también nos puede repeler. El éxito es como este vampiro, alcanzarlo te consume la vida, pero es muy atractivo pensarlo. Sin embargo, Nosferatu siempre figuró a un personaje repulsivo. Se trata de un personaje que más allá de la decadencia moral ha caído en la decadencia física. Vive siempre en penumbra, sin ningún tipo de empatía por los demás. Su muerte a la luz del sol es probablemente un acto que añoraba, lo que la vuelve también una película poética.
Nosferatu es sin duda una película que debemos ver. El vampiro es un personaje que nos acompaña incluso mucho antes de las películas y las novelas literarias; está en el imaginario popular de las diferentes culturas porque refleja un miedo ancestral: el miedo a la decadencia; lo que algún día nos puede hacer poderosos, al otro nos puede convertir en monstruos.
ESCUCHA NUESTRO PODCAST “ENTORNO IPADE”