Profesor del área de Factor Humano
Los asegunes de la meritocracia, según Luis Felipe Martí Borbolla, profesor del área de Factor Humano del IPADE Business School, son algunas de las objeciones, limitaciones o cuestionamientos que ésta puede tener. La meritocracia es algo muy deseable y conveniente que requiere nuestro país para ser una sociedad más justa, sin embargo, existen algunas limitaciones.
Hay que tener cuidado en reducir todo a la lógica de la meritocracia, pues puede ser una fuente continua de frustración y de tristeza. Hay una lógica del asombro o del reconocimiento. Cuando tenemos las cosas como un don, esto nos lleva al agradecimiento y la correspondencia. Esta correspondencia, a su vez, nos lleva a sostener el esfuerzo por mucho tiempo porque tenemos el concepto de “don” y la idea de que donde tú estás están los otros; si tú no marcas la diferencia, nadie la va a marcar.
No hay que pretender resolver todo en clave de justicia. Los romanos, por ejemplo, decían que la justicia es el arte de darle a cada quien lo que le corresponde. Pero el problema de la justicia está también en su fuerza. En la lógica de la generosidad o del servicio vemos que lo que damos al otro es lo que nos corresponde a nosotros, no lo que le corresponde a los demás, como en la justicia. El servicio es fuente de alegría y de asombro y en él descubrimos que hay un generoso desorbitarse de la virtud de la justicia.
Estas ideas nos llevan a dar un justo medio entre la meritocracia y la justicia. Sin embargo, estos conceptos no se deben absolutizar o totalizar. La motivación es uno de los grandes elementos del director de empresa porque forma parte de la justicia. El mérito, la justicia, es una gran motivación, pero posiblemente no es el motivo más poderoso en muchas ocasiones.
En la lógica del servicio se experimenta la serenidad, y de las cosas que más nos alegramos son de las que más nos sorprenden. Lo que no esperas te da más sorpresa o alegría, pero muchas veces no reparamos en cosas verdaderamente importantes que son motivo de alegría. No debemos dar las cosas por implícito; hay que movernos más en la lógica de la sorpresa, del agradecimiento de las cosas ordinarias, porque esto nos llevará a corresponder en términos de servicio, de generosidad.
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