Profesor del área de Dirección Financiera
Durante los encuentros navideños de las tres sedes del IPADE, Lorenzo Fernández, director general, dirigió la siguiente reflexión.
Muy buenas noches. Es para mí un gusto dirigirme a ustedes, queridos colegas, en nuestra reunión anual para conmemorar la Navidad y el fin del año. El objetivo de este encuentro, por supuesto, es reunirnos, reencontrarnos, sobre todo tras los acontecimientos, transformaciones e innovaciones que hemos vivido desde nuestra última cena presencial en 2019.
Me llena de alegría verlos hoy en persona. Estoy convencido de que la mejor interacción es presencial. Definitivamente las ligas de zoom fueron, y siguen siendo, una herramienta increíble para trabajar, crear y mantener el contacto; sin embargo, hoy he tenido la fortuna de saludar a algunos de ustedes con sus cónyuges, de compartir, de saber incluso cómo está su familia. Esta riqueza de diálogo la obtenemos, genuina y plenamente, en un contacto presencial que nos permite comprender al otro en un gesto, una sonrisa.
El cubrebocas, es una herramienta por demás útil, pues nos ha permitido volver al IPADE y darle vida, sin embargo, tiene una gran desventaja para las relaciones humanas: nos oculta los gestos, que son necesarios para la comunicación. Pero, por otro lado, también nos regala la posibilidad de ponerle foco a lo que vemos y centrar la atención en los ojos del otro. No cabe duda que es difícil cruzar miradas desde una pantalla.
Entonces, en definitiva, necesitábamos este espacio de convivencia tras más de un año de trabajo en plena vorágine. Sin embargo, para nosotros, como miembros del claustro y directivos de una escuela de negocios de raíces profundamente católicas, esta cena es mucho más que una reunión de fin de año, como las que se viven en otras empresas. Para nosotros es un momento de reflexión, preparación y crecimiento, individual y colectivo, que con el ejemplo permeé en nuestros participantes y colaboradores.
Quisiera iniciar mis palabras esta noche contándoles una anécdota personal. Como saben, el domingo pasado inició el adviento y, como complemento a mi misa dominical, escuché el sermón del obispo Robert Barron, de la arquidiócesis de Los Ángeles. Quizá lo ubiquen también por ser emprendedor, pues fundó “Word on Fire” una organización de medios de comunicación que difunde el mensaje del catolicismo en el mundo. https://youtu.be/vNAwrhRjiok
El obispo Barron narra en su sermón que, cuando cursaba la preparatoria, una monja benedictina le dio algunas claves para comprender el Adviento en su sentido más profundo y que le han resultado tan útiles a lo largo de su vida, que ha decidido recordarlas cada año. Hoy les comparto lo que aprendí a través de sus palabras.
El obispo de Los Ángeles habló de la importancia de entender el Adviento no sólo como la preparación espiritual para el nacimiento del niño Jesús, sino como la preparación espiritual para las 3 venidas de Cristo: la primera es en la historia. Jesús es visto como el cumplimiento de la institución de Israel, todos los libros apuntaban a su llegada, por lo que, al nacer, se convirtió en el eje de toda la historia. Lo cito: “¿No les parece maravilloso que los años de nuestra era se entiendan en función de su llegada a este mundo? Por mucho tiempo los años se entendieron ‘antes’ y ‘después’ de Cristo”.
La segunda llegada, es la que se vive en tiempo presente, la venida de Cristo a la mente y el corazón de quienes lo seguimos a través la Iglesia, de los sacramentos y en especial de la Eucaristía.
Por último, la tercera, que alude a la venida definitiva de Cristo al final de los tiempos. El obispo Barron considera que, para nosotros los cristianos, la historia tiene una trayectoria y su culminación estará justamente en esta tercera venida de Cristo. Por ello, nuestra labor durante el Adviento es darle la bienvenida en nuestros corazones en lo que esperamos su llegada definitiva.
En relación con estos conceptos, también quisiera compartirles unas ideas del padre Ricardo Sada, capellán de El Peñón y Montefalco, (y aquí me permito hacer un comercial a su podcast “Medita” en Spotify) : https://open.spotify.com/show/5525ApoPaEDZ2sc5qvFE3N?si=jWNnBi07SeKKTC-XbY9iQQ&nd=1
El padre Sada mencionó en su meditación del domingo lo siguiente: “Nuestra vida entera es un Adviento, una preparación para la Navidad eterna, para la venida de Jesús. Necesitamos tener ansias de Jesucristo en estas cuatro semanas, y en el resto de nuestra vida”.
Todas estas ideas trascendentes que les comparto, ¿cómo podemos relacionarlas con nosotros mismos y con nuestra labor cotidiana en el IPADE? Pienso que nuestra misión es magnánima y tenemos la encomienda de construir un mejor mundo, desde el ámbito de la empresa, en lo que esperamos la “tercera venida de Cristo” que mencionan ambos sacerdotes. Abonamos a ello con nuestro trabajo, ya sea como académicos, como directores o como colaboradores.
Recordemos que, para san Josemaría, el trabajo es una realidad humana primordial. Nos dice en Es Cristo que pasa (47) que “El trabajo es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad.”
Estoy convencido de que la tarea de formar líderes con visión global, responsabilidad social y sentido cristiano, capaces de transformar a las organizaciones y a la sociedad, resulta inalcanzable si cada uno de nosotros no somos un ejemplo de lo que es el trabajo bien hecho para nuestros colegas y nuestros participantes en cada punto de contacto, sea por teléfono, presencial y ahora también en línea.
Tengamos siempre presente que una de las mayores muestras de la influencia del líder es su capacidad de ser un referente para los demás. Nosotros queremos que, lo que nuestros participantes observan aquí, no sólo en las aulas sino en toda su experiencia IPADE, sea ejemplo y lo emulen en sus organizaciones para que, como efecto dominó, nuestra manera cristiana de entender a la empresa, con la persona en el centro, permeé también en nuestra sociedad.
Con todas las necesidades que imperan en el mundo, derivadas en parte por la crisis sanitaria, necesitamos, más que nunca, potenciar a nuestros participantes, hacer de ellos dignos representantes de la comunidad empresarial en México y Centroamérica. Impregnar en cada uno la impronta de convertirse en agentes de cambio, capaces de mover recursos y personas hacia las áreas con mayores oportunidades de generación de riqueza económica y social.
Tengamos muy presente en nuestro trabajo ordinario las palabras del Papa Francisco al Foro Económico Mundial de Davos: “la actividad empresarial es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos”.
Gracias a todos por poner cada día su granito de arena, para acercarnos un poco más a esta meta. Gracias también por no perder el foco aún en tiempos complejos como los que vivimos desde marzo de 2020.
Este 2021, sin duda, fue un año de reactivación para el mundo y por supuesto para el IPADE. El 2022 también parece ser muy retador, pero a la vez, lleno de esperanza pues, aunque quizá el fin de la pandemia parece incierto, hemos aprendido a sortearla e incluso a sacar el lado positivo de esta situación.
Quiero cerrar mi participación con las palabras de unión y esperanza del Papa Francisco pronunciadas en su oración por el fin de la pandemia, el 27 de marzo de 2020, en una plaza de San Pedro como nunca imaginamos verla, completamente vacía:
“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino juntos. Nadie se salva solo.”
Los invito a “seguir remando juntos”, para alcanzar el propósito trascendente al que estamos llamados como individuos y a la vez como miembros de nuestro querido IPADE.
Les deseo una muy feliz Navidad para ustedes y su familia y construyamos juntos un próspero 2022.