Profesor del área de Dirección Financiera
La transformación digital es un concepto que se escucha en muchas conversaciones y, a pesar de que no es nuevo, aún es vigente, ya sea porque algunas empresas todavía no han podido consolidar esa transformación o no han dado ese primer paso que los acerque a una forma distinta de conducir sus organizaciones y mantenerse vigentes y competitivos en el mercado.
Mi colega Martha Rivera, profesora de Comercialización en IPADE elaboró el estudio “El impacto de la Alta Dirección en el proceso de transformación digital en las empresas mexicanas: visión, alcance y retos” en él se muestra qué tan preparadas están actualmente las empresas mexicanas para concretar la transformación digital. La investigación reveló que 41.7% se autoevalúan con un puntaje de 8 a 8.9 (en una escala de 10), respecto a la madurez de sus procesos en materia tecnológica. Asimismo, estas compañías se otorgaron una calificación de 9 en aspectos como la creación de valor y uso de herramientas digitales.
Sin duda, la pandemia por COVID-19 aceleró estas tendencias de transformación digital en el ámbito empresarial, no obstante, las empresas mexicanas hoy enfrentan el desafío de alcanzar la madurez necesaria para consolidar dicha transformación en el tiempo y de la forma correcta, con los recursos y procesos adecuados y, sobre todo, con objetivos claros.
Es importante centrarse en la claridad de los objetivos, pues la transformación digital va más allá de implementar algunos sistemas digitales que modifiquen o beneficien algún proceso interno. Recordemos que la transformación digital no es un fin, en realidad es un medio a través del cual se busca brindar una mejor experiencia a los clientes. Esto se vuelve un tema crítico porque nuestros clientes son cada vez más digitales y más exigentes, ha cambiado sus expectativas y por eso es que necesitamos conocerlo mucho mejor y, en este sentido, la tecnología debe ser nuestro aliado.
En ese profundo enfoque al cliente radica el verdadero sentido de la transformación, ahí es donde está la labor más importante de las empresas. La meta de la transformación digital siempre será mejorar la experiencia del cliente y el camino para ello, sin duda, es la omnicanalidad.
De acuerdo con el estudio de la Prof. Rivera, el índice de madurez digital en términos de estrategia de innovación y crecimiento se encuentra en un 70% y en términos de experiencia al cliente el porcentaje baja a 66%, esto nos indica que aún hay mucho camino por recorrer en este sentido, de ahí que impulsar las iniciativas que consoliden esta transformación representen un factor de éxito en las organizaciones.
Un elemento clave para que todo esto suceda es el liderazgo en la organización. Si bien la Dirección de Tecnología jugará un papel importante en este proceso, es un hecho que estos temas deben ser empujados desde la Dirección General y el Consejo de Administración pues recordemos que en este proceso es toda la organización la que se transforma.
El estudio antes citado también reveló que no más de 10% de los integrantes de los Consejos de Administración cuentan con el conocimiento requerido sobre los sistemas e infraestructura tecnológica necesaria dentro de las empresas, lo cual es uno de los principales retos para impulsar la digitalización desde la alta dirección.
El compromiso de la Dirección General es fundamental, sólo así sería posible un cambio tan profundo que permee en toda la compañía y que permita construir una experiencia de consumo consistente en todos los canales y en todos los puntos de contacto que tiene el cliente con la marca y la organización.
La transformación digital se ha convertido hoy en aceleración digital y es un imperativo de negocio. Por eso les quiero invitar a no perder de vista la importancia de este tema y seguir impulsando este tipo de iniciativas. Recordemos que todo aquello que genera valor para nuestra empresa debe ser prioritario y en este caso estamos hablando de un replanteamiento radical de la organización en términos de tecnología, gente y procesos, es una transformación que implica, incluso, la definición de nuevos valores dentro de la organización.
Publicado originalmente en Alto Nivel.