Solidaridad, una solución a la crisis.- ¿En qué clase de mundo viviremos cuando pase la crisis del coronavirus? Nadie puede anticiparlo con certeza, pero las acciones que cada país y cada individuo tomen para combatir la pandemia, coercitivas, aisladas o solidarias, sin duda influirán en el futuro.
“Las decisiones que gobiernos y personas tomen en las próximas semanas probablemente darán forma al mundo en los próximos años”.
En un artículo publicado por el periódico británico Financial Times, el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Yuval Harari, señaló que en el mundo se han presentado básicamente dos modelos para combatir la pandemia: la vigilancia totalitaria (frente al empoderamiento de la ciudadanía), y el aislamiento nacionalista (frente a la solidaridad global).
China, cuna de la pandemia, es quizá el mejor ejemplo de vigilancia totalitaria. Como si fueran una especie de espías tecnológicos, el gobierno utilizó algoritmos, sensores, cientos de millones de cámaras de reconocimiento facial y monitoreo de smartphones para vigilar a la población, obligándola a tomar y reportar su temperatura corporal y su estado de salud. De esta forma no solo detectó a portadores del virus, sino que rastreó sus movimientos e identificó a las personas con quienes tuvieron contacto. Una serie de aplicaciones móviles notificó a los ciudadanos sobre su proximidad a personas infectadas.
Sin duda estas medidas resultaron ser efectivas contra el coronavirus, pero si se mantuvieran a largo plazo, en otras latitudes, aun cuando la crisis sanitaria fuera controlada o superada, se gestaría una especie de Big Brother, todopoderoso e implacable, que vigilaría cada movimiento de los ciudadanos. En las democracias occidentales, como la nuestra, una decisión de este tipo resultaría particularmente preocupante: gente vigilada por el gobierno o grandes corporaciones, que no solo conocerían nuestra temperatura, sino lo que nos gusta, lo que nos molesta y lo que vemos en la red al dar un clic.
En contraste con China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur, que también emplearon mecanismos de seguimiento a ciudadanos, se apoyaron más en las pruebas masivas y en el reporte voluntario de ciudadanos bien informados y dispuestos a cooperar.
Según Harari, si se confía en las autoridades y se le informan los hechos científicos, como ocurrió en estos países, la gente puede hacer lo correcto sin que el ojo de Big Brother la vigile. Para Yuval, “un pueblo motivado y bien informado es mucho más poderoso y efectivo que un pueblo vigilado e ignorante”.
¿Pero qué es lo que se necesita para empoderar a los ciudadanos y ayudar a contener la pandemia? Desde mi punto de vista: educación y cultura de solidaridad. Debemos abrir los ojos y darnos cuenta de que todos somos interdependientes. Todos dependemos de todos.
Necesitamos ser solidarios: comprometernos y actuar con una verdadera orientación social, de manera que todos podamos vivir una vida correcta, beneficiar a otros, beneficiarnos de los demás y hacernos felices mutuamente.
El aislamiento nacionalista de Trump
La otra manera en que se ha abordado la pandemia, de acuerdo con Harari, es el aislamiento nacionalista del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Enarbolando su promesa de “Hacer a América grande de nuevo”, Trump ha tomado decisiones unilaterales, sin buscar la coordinación internacional de acciones ante la crisis, en lugar de promover que países afectados y no afectados por el coronavirus trabajen en estrategias coordinadas y respaldadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuando el presidente Trump prohibió todos los viajes desde la Unión Europea (UE), no se molestó ni siquiera en avisar previamente, y mucho menos en consultar con la UE sobre la medida. Trump también escandalizó al mundo al ofrecer supuestamente 1,000 millones de dólares a una farmacéutica alemana para comprar los derechos de monopolio de una vacuna contra el coronavirus.
La postura de Estados Unidos no solo obstaculiza una acción global para combatir la pandemia, sino también para reducir el daño a la economía mundial.
Al actuar de manera aislada, Estados Unidos mueve sus piezas para jugar un juego: “suma cero”, en el que sin duda habrá ganadores y perdedores. Idealmente, para Trump los ganadores serían los ciudadanos norteamericanos y los perdedores, desafortunadamente, otros países.
Frente a este modelo de aislamiento nacional se encuentra la colaboración internacional, la cual sin duda podría ser más efectiva para el control de ambas crisis: la sanitaria y la económica, pues las dos son problemas globales. Dos interesantes ejemplos los ofrece, por un lado, la colaboración entre científicos, a pocas semanas de la declaración de emergencia de la Organización Mundial de la Salud ya se habían distribuido copias del análisis genético del virus y ya hay vacunas en una fase experimental; por otro lado, Google y Apple ya colaboran ―mediante técnicas de Inteligencia Artificial― para ayudar a controlar la pandemia y a prevenir otras en el futuro.
Harari señala que, dado el carácter global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada gobierno actúa de manera egoísta, ignorando a los demás, el resultado puede ser el caos y una crisis económica más profunda. Por eso, se necesita un plan global que incluya la distribución de información sobre las diferentes situaciones que viven los países, pero también de equipo y personal médico.
Por ejemplo, China podría enseñar a otros países muchas lecciones valiosas de solidaridad sobre cómo tratar el virus, y lo que un médico italiano descubra a primera hora de la mañana podría salvar vidas en otro país hacia la tarde.
También se requiere un esfuerzo global para fabricar y distribuir equipo médico, especialmente kits de prueba, respiradores y equipo de protección. En lugar de que cada país intente hacerlo de manera local y atesore cualquier equipo que pudiera obtener, un esfuerzo global bien coordinado podría acelerar la producción y garantizar que el equipo se distribuya de manera justa.
Harari incluso va más allá al decir que “un país rico con pocos casos de coronavirus debería estar dispuesto a enviar equipos a un país más pobre con muchos casos, confiando en que, si posteriormente necesita ayuda, otros países lo apoyarán”.
Pero para que lo anterior suceda, se necesita un espíritu de cooperación y confianza global.
Empresarios con solidaridad
De la misma forma que para los gobiernos y ciudadanos del mundo, esta es una oportunidad para que empresarios y directivos se den cuenta de que todos somos interdependientes y desarrollen una mayor conciencia social, pues nuestro bienestar depende, hoy más que nunca, del de otros.
Más que esperar a que los gobiernos hagan algo, los empresarios necesitan organizarse y colaborar para mejorar las cosas. Unidos podemos hacernos prósperos y poner nuestro granito de arena para que la sociedad, el país y el mundo sean prósperos también.
A nivel colectivo, sin duda esta crisis cambiará la forma en que los países colaboran y la manera en que las sociedades se ven a sí mismas. A nivel individual, esta crisis nos puede ayudar a recordar que el foco necesita estar en ayudar a otros, más allá de nosotros mismos; en hacer énfasis en nuestras oportunidades y en lo que podemos llegar a ser, más que en lo que nos falta y en lo que somos. Y en agradecer cada día por la fortuna de estar vivos.
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