La urgencia de reenfocar nuestra atención en lo esencial
Un tema fundamental en nuestros días: la urgente necesidad de recuperar el control sobre nuestra atención. Es decir, reenfocar todos nuestros recursos internos en aquello que realmente nos importa, y no en lo que otros quieren que nos importe. Hoy enfrentamos un fenómeno preocupante: la colonización de nuestras mentes a través de pantallas, redes y medios que infiltran nuestras conciencias con una crudeza que muchas veces pasa desapercibida.
Las pantallas como amenaza pedagógica y existencial
Existe consenso entre pedagogos, académicos y familias sobre el daño que las pantallas están causando, especialmente en los más jóvenes. Sin embargo, ¿qué hacemos quienes ya llevamos años viviendo en este planeta? ¿Cómo retomamos el control sobre nuestra propia atención? Vivimos asediados por notificaciones de WhatsApp, Instagram, Facebook, y una avalancha constante de distracciones. Y no lo olvidemos: distraerse es desviar la atención hacia algo que demanda menos esfuerzo, pero que también aporta mucho menos.
Hiperconexión sin comunidad: la paradoja de nuestra era
Debemos esforzarnos por invertir nuestra atención en lo que tiene verdadero valor, en aquello que enriquece a la persona y la eleva. Buscar distracción como estilo de vida es, en el fondo, renunciar a tener un proyecto vital. Y sin un rumbo, se corre el riesgo de caer en esa “condición humana precaria” que conduce a la autocompasión y al vacío.
El empuje tecnológico no solo ha deteriorado nuestra atención: también ha alterado cómo concebimos el poder, la percepción y la comunicación. Nuestra atención se entrega —literalmente— a anunciantes que patrocinan redes sociales y sitios web, basados en un sistema de gratificaciones psicológicas. La verdad y el bien parecen haber sido reemplazados por la tiranía del “me gusta” o “no me gusta”. Pero la ley del gusto no puede ser la ley que rija al ser humano. Nuestra brújula debe seguir siendo la justicia, la verdad, el bien y, desde luego, la belleza.
Esta crisis de atención ha traído consigo una crisis de sociabilidad. Estamos hiperconectados, pero desconectados como comunidad. No compartimos una visión común de país, de sociedad, ni siquiera de nuestras familias u organizaciones. ¿Cómo podemos avanzar si no tenemos una visión compartida de lo que esperamos ser y construir?