Decano del área de Entorno Político y Social
Tres tendencias
Paradojas, contrasentidos, disyuntivas, discordancias o antítesis, parecen ser los dilemas del momento. Nuestro entorno está, como siempre y como nunca, conformado por amenazas y debilidades, pero también por fortalezas y oportunidades.
Tenemos que gestionar la polaridad: el riesgo con las oportunidades, las ventajas con las debilidades y las fortalezas con la visión de futuro. Nuestro entorno actual al menos está caracterizado por tres tipos de situaciones: el proceso de destrucción creativa, la gestión o la dirección híbrida y las revoluciones asimétricas.
La primera serie de acontecimientos nos enfrenta al hecho de que vivimos un proceso de destrucción creativa en el sentido “shumpeteriano”. La destrucción creativa sería aquella que se supera por los beneficios que aporta. La tecnología destruye trabajos, y puede generar otros más significativos y tal vez hasta mejor remunerados.
Pero también tenemos la destrucción apocalíptica. Aquella que parece nutrirse de la desolación, de alienación de las personas, la que produce una destrucción neta de riqueza, recursos e incluso habilidades, pero que no genera posibilidades. Es la de los utopistas que sacrifican el presente a un imaginario futurible, mediante la fuerza que hace tabla rasa de todos los logros conseguidos. Lleva a la desintitucionalización para hacer posible la instauración de la discrecionalidad absoluta, que permite la corrupción con impunidad.
La segunda serie de eventos nos lleva a la gestión híbrida por parte de directores y gobernantes de empresas, organizaciones, instituciones y países. Las incógnitas se multiplican. ¿Trabajaremos, dirigiremos o nos formaremos de manera remota o presencial? ¿Cómo gestionaremos el mundo dividido entre los digitalmente conectados y desconectados? ¿Cuáles serán los rangos de supervivencia para las pymes que no tienen acceso a los grandes desarrollos tecnológicos? ¿Cómo intentaremos acercar los mundos de los desposeídos y los opulentos, de los ricos y de los pobres, de los calificados y los descalificados?
Una tercera serie de sucesos viene dada por las revoluciones asimétricas. Hay sectores económicos, sociedades y comunidades y países que parecen abrirse a un mundo de energías limpias, de trabajos cada vez mas humanos, de productos socialmente responsables y de una vida democrática basada en los derechos humanos. Pero también nos vemos afectados por las guerras puramente expansivas, y las revoluciones no violentas de manera directa e inmediata, pero que están socavando el orden ya no solo internacional o geopolítico, sino las mismas bases de la convivencia humana, recurriendo al populismo, a la post-verdad y la polarización.
La reinstalación del despotismo: revoluciones asimétricas
Estas revoluciones que llevan al despotismo, la autocracia y el autoritarismo, pueden tener signos extremos diversos. Tal es el caso del movimiento trumpista en Estados Unidos, o los de extrema derecha aparecidos en Europa simultáneamente al Brexit. En América Latina, en cambio, estos movimientos son claramente de izquierda, de pero una izquierda que no quiere saber nada de socialdemocracia, de mercados y justicia social o de crecimiento e innovación con redistribución del ingreso. Para los efectos de este comentario, dejo de lado los totalitarismos asiáticos y caribeños.
Los movimientos populistas se alimentan del gran resentimiento -por otra parte, justificado- que tienen todas las personas que sienten que no han sido tratadas como iguales, a lo largo y ancho del mundo. Desde Putin en Rusia hasta Boric en Chile, pasando por las clases medias estadounidenses y europeas, que abrazan el populismo de Trump, del Brexit o de Unidas Podemos en España.
Se ha logrado extender un concepto democracia soberana, muchas veces basada en primeras minorías, que invocan el valor de la multitud como dirimente de las cuestiones políticas. Este democratismo anti-institucional se fundamenta en la descalificación de los partidos políticos, de las normas de derecho, y de la sociedad civil debilitada, frágil y sin poderes.
Los populismos son estables, a pesar su fragilidad, porque no tienen alternativas frente a ellos, carecen de oposición efectiva, utilizan el poder del Estado para reprimir, y una muy acertada habilidad comunicativa para hacer creíbles sus narrativas.
Ante la ausencia de un consenso buscan la polarización, el enfrentamiento y la desconfianza para debilitar la amistad social, llevándola al punto de rompimiento. Se trata de polarizar en posiciones irreconciliables, para exacerbar los ánimos y evitar el uso de la razón.
Buscan el ejercicio de la coerción. No considerar la legitimidad de las decisiones que toman. Aumentan el espectro de la violencia desde la verbal hasta la física. Nadie puede tener algo si no es por gracia.
La dirección híbrida: la gestión de la polaridad
Las fábricas, las manufacturas, los enclaves de comercialización y distribución, la industria del entretenimiento y el turismo, y los sistemas de salud, de movilidad o financieros adquirirán nuevas formas. Prácticamente, todos los tipos y formas de trabajo se verán afectados. Los trabajadores administrativos y los manuales verán con vertiginosa sorpresa cómo sus capacidades y experiencias quedan obsoletas, al tiempo que nuevas habilidades y destrezas toman carta de naturaleza. Las escuelas básicas, las de educación media, las universidades, los centros de alta dirección y gobierno y de educación permanente, se verán afectados de manera que todavía no podemos prever.
La educación post-secundaria, profesional y de alta dirección dependerá de un un nuevo ecosistema híbrido de plataformas de empresas, universidades y escuelas de alta dirección locales, cuyo objetivo será crear la oportunidad de una “recapacitación radical” de por vida. Se abandonaron los modelos de educación globalizada y estandarizada para dar paso al aquí y al ahora, a las necesidades de las personas y a las demandas de las sociedades en sus regiones y en consonancia con sus propias identidades y desafíos.
Y algo que será fundamental, y que la pandemia nos hecho sentir dolorosamente, es la necesidad de tener siempre un plan alternativo. Se trata de preparar también a las personas para la aparición del “cisne negro”, de lo posible pero improbable por repentino, de fomentar el “aprendizaje del por si caso”, tan despreciado por los tecnócratas de todo signo.
Las coaliciones institucionales adaptativas y complejas buscarán unir ciencia y técnica con las humanidades. La gestión híbrida llevará a la revalorización de la capacidad de aprender, más que a la enseñanza de las técnicas del momento, de las modas intelectuales o en los estilos de dirección, para ir a la esencia del arte del gobierno como una respuesta a la complejidad y a la ambigüedad, en la que las humanidades, la educación ética y cívica, las teorías de la justicia, los principios de la democracia, las nociones del bien público, pueden ser la brújula para indicar el sentido de misión, por encima del mero eficientismo o funcionalismo.
Destrucción ambivalente: mayor competencia
Las nuevas tecnologías cambiarán para siempre la manera de entender el trabajo, el empleo o la colaboración social. Para grandes sectores de la población palabras como innovación, digitalización o inteligencia artificial producen terror, desasosiego e incertidumbre porque para ellos significan precariedad laboral, falta de oportunidades o rechazo social.
Por otra parte, como nunca antes en la historia tantas personas tienen acceso a múltiples herramientas baratas o accesibles para la innovación, la creatividad y el autoempleo. Hoy tenemos una computación relativamente barata y de alta potencia; dependiendo de los países, comunidades y sectores, el crédito puede estar a disposición inmediata y relativamente barato; ambas circunstancias podrán disparar la capacidad de emprendimiento personal, pero también a través de las propias organizaciones económicas y empresas más dispuestas a fomentar la innovación y la creatividad de sus socios y colaboradores.
Las distinciones entre empleadores y empleados, entre educadores y gobernantes y empleadores comienzan a difuminarse, al menos en los países desarrollados. El empleado considerado como trabajador meramente instrumental, es un concepto decadente desde hace varios decenios. Los directores, jefes y supervisores han visto modificarse sus roles de manera dramática, porque la pandemia hizo que el trabajo se realizara de manera remota y acortando las líneas jerárquicas. Los gobernantes de organizaciones y empresas tendrán que ser cada vez más educadores, es decir facilitadores del desarrollo personal, de las habilidades y cualidades de los socios o colaboradores, para lograr mejores y más sostenibles resultados de manera integrada y satisfactoria para todos.
Por una parte, el cambio tecnológico, la digitalización y la globalización están haciendo que el entramando social mundial sea más cercano y universal, pero por otra parte, la obsolescencia de las habilidades personales se dispara a niveles impensables hace unos pocos años. Ya no hay carreras de por vida, ya no cuenta la experiencia de años y años, y a lo largo de la vida profesional se requerirán múltiples reinicios.
La preparación generalista que llevaba a “aprender para ganarse la vida”, ya no será suficiente. De cara al futuro profesional se ha dicho que “el aprendizaje es la nueva pensión”. Es decir que cada persona tendrá que crear hoy con el desarrollo y aumento de sus habilidades, su valor de futuro.
A medida que los trabajos se vuelvan más modulares, digitalizados y desconectados de una oficina o fábrica, muchos grupos más diversos de personas, los que viven en áreas rurales, las minorías, las amas de casa y los papás, las personas con discapacidades, podrán competir por él, desde sus hogares. Y estos trabajos no dependerán ya de tener o no tener títulos universitarios.
Un modelo de gobernanza mixto
Estas tres tendencias -revoluciones asimétricas, gestión híbrida y destrucción creativa-, estarán presentes en los próximos lustros, y tendremos que enfrentarnos a ellas con una nueva gobernabilidad que vuelva al respecto de la dignidad de las personas, que sea inclusiva e integradora y garantizadora de niveles de vida dignos.
El nuevo modelo de gobernanza tendrá que ser mixto e integrar el entorno físico, el entorno ciudadano y el entorno digital. Un nuevo modelo frente al modelo de gobernabilidad de la era industrial, en donde la producción se centraba en las fábricas de las ciudades. Ahora deberemos centrarnos en las personas y en las ciudades nucleares de 15 minutos y deberá ser una gobernanza que proteja contra los avatares de la vida, y que al mismo tiempo salve nuestra libertad, para sustituir la pura administración por el gobierno de personas.
Esto puede llevar a nuevos derechos y acciones: que todos los hogares tengan conexión, que tengan más de una computadora para que los miembros puedan trabajar; que los gobiernos tengan nubes públicas para el ejercicio de ciertos derechos y el desarrollo de actividades propias de servicios básicos como la sanidad y la educación.
Se requiere también de empresas, organizaciones, instituciones, escuelas y universidades que tengan sentido de propósito, que reconozcan a todas las partes interesadas desde los clientes y participantes, hasta los grupos de interés y por supuesto los proveedores.
Se trata de generar las infraestructuras públicas y privadas que, mediante la participación social, permitan las sinergias e interconexiones entre familias, empresas, servicios públicos, organizaciones sociales y gobiernos para establecer un nuevo ecosistema que no solo preserve equilibrios, sino que potencie una vida humana lograda en un desarrollo compartido.
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