Director del área de Entorno Político y Social
La conferencia de Glasgow es una gran oportunidad para que el sector privado comience a adoptar esquemas de producción y consumo sustentables como una fuente de ventaja competitiva en las siguientes décadas.
Del 31 de octubre al 12 de noviembre de este año se llevará a cabo la 26ª edición de la Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), en Glasgow, Reino Unido.
Desde 1992, cuando se firmó un acuerdo global sobre cambio climático, llamado United Nations Framework Convention on Climate Change (UNFCC, por sus siglas en inglés), 179 naciones se han sumado a la iniciativa. Desde entonces, las Partes de la Convención (COP, por sus siglas en inglés) se reúnen periódicamente en distintas partes del mundo para tomar decisiones que nos ayuden a alcanzar los objetivos de lucha contra el cambio climático.
La COP26 es una reunión importante porque en ella se hablará, entre otros temas, de los escenarios de reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) para los próximos 30 años. Los países participantes tratarán de llegar a un acuerdo crucial para las próximas tres décadas, con el objetivo de reducir de manera significativa las emisiones para el año 2050.
Gracias a distintos documentos internacionales, hoy sabemos que el panorama no es alentador: con los compromisos actuales de reducción de emisiones, la temperatura de la Tierra aumentará 2.7 grados Celsius entre los años 2050 y 2060.
Los escenarios
Teniendo en cuenta los antecedentes de cambios observados en el sistema climático y sus impactos a corto y lago plazo, se pueden establecer escenarios optimistas y pesimistas del clima a futuro.
En el escenario optimista, que se acordó y se firmó en 2016, en la COP21 de París, el calentamiento global aumentaría 1.5 o 2 grados Celsius, como máximo, para finales de este siglo. El escenario pesimista pronostica un calentamiento por arriba de los 3 grados Celsius.
Estas no son buenas noticias. En un mundo más caluroso, por arriba de los 2.6 grados Celsius, habrá grandes afectaciones en la producción de comida y el clima se volverá más extremo. Necesitamos, con urgencia, que países, economías y empresas aceleren sus procesos de transición y adaptación a la economía circular.
Por ejemplo, Brasil, la principal economía de Latinoamérica, está sufriendo las peores sequías en casi un siglo. La mayor parte de sus territorios agrícolas están secos. Apenas una pequeña parte de su territorio tiene una humedad por arriba de 80%, para seguir produciendo alimentos, como naranja, soya, café y azúcar; incluso maíz. En estos productos, Brasil es uno de los principales jugadores. El clima extremo ha disparado los precios de estos productos en distintos países.
La crisis alimentaria mundial que se prevé también tiene otras causas, como conflictos armados, guerras civiles y transformaciones sociales, como está ocurriendo en Afganistán. Haití es otra nación que está padeciendo de escasez de comida, debido a un largo periodo de inestabilidad política, pero, también por las severas afectaciones del clima en los últimos meses. Huracanes, terremotos y sequías son parte de la lista de desastres naturales que han azotado al país. A nivel global, 270 millones de personas en 55 países están sufriendo una escasez alimenticia severa.
Por los desastres climáticos extremos de 2000 a 2019, Haití está en el tercer lugar, detrás de la isla de Puerto Rico y Myanmar, en el Índice de Riesgo Climático Global 2021 de Germanwatch, organización no gubernamental que se centra en la mitigación del cambio climático, la seguridad alimentaria global y la responsabilidad corporativa.
Los altos niveles de desperdicio y los excesivos consumos de ciertos alimentos, como la carne roja, también tienen un impacto medioambiental enorme. Otros tipos de carne, como el cerdo, el pollo, y los derivados lácteos también tienen una huella de carbono considerable, si se les compara con productos orgánicos de plantas, por ejemplo.
El estudio The global impacts of food production, publicado en la revista Science por científicos de la Universidad de Oxford, señala que reducir el consumo, tanto de carne como de productos lácteos, podría reducir en dos tercios la huella de carbono de los alimentos que consumimos. El estudio también señala que al menos un 25% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero corresponden al sector de la alimentación.
El papel de las empresas y los gobiernos
Los datos anteriores son solo una pequeña muestra de las dimensiones del reto que tenemos enfrente y, sin duda, el sector privado jugará un papel importante.
Independientemente de la postura del sector público, es momento de que las empresas dediquen recursos de inversión y desarrollo a temas de transición verde. El reto no es únicamente del sector alimentario, sino de todos.
La industria agrícola tiene desafíos importantes en cuanto al tipo de alimentos que produce y el impacto de sus cadenas de suministro, desde la granja hasta la mesa del consumidor. El sector automotriz tiene un reto enorme en cuanto a la transición a automóviles limpios, lo mismo que el sector energético. Incluso el sector de servicios (hoteles, restaurantes, aerolíneas, etcétera) tiene indicadores y objetivos claros para reducir su huella de carbono.
Si no hay avances importantes en la reducción de nuestra huella de carbono y en la creación de una economía circular, el mundo siempre será vulnerable e inestable, es decir, cada vez habrá más efectos climatológicos extremos que nos lleven a la escasez, la inflación y las tensiones internacionales.
Hoy estamos padeciendo de escasez de energía, la cual, obviamente, tiene distintas causas. Sin embargo, seguimos atorados en el proceso de transición: todavía nos nutrimos de energías convencionales y, al mismo tiempo, no hemos sido capaces de aumentar la producción de energías verdes. Estamos creando un cuello de botella con inflación en precios, especialmente de gas.
Pero la tarea no es exclusiva de la iniciativa privada. Es imperativa la participación activa de los gobiernos de los países, para acelerar el proceso de cambio: necesitamos políticas verdes y apoyos gubernamentales. Muy pocos gobiernos ofrecen subsidios y políticas enfocadas en la transición hacia la producción y consumo sustentable. Se sigue subsidiando a energías convencionales, como petróleo y gas, y se ofrece muy poco a empresas y consumidores que quieren cambiar sus hábitos de consumo.
El marco de la conferencia de Glasgow es una gran oportunidad para que el sector privado comience a adoptar esquemas de producción y consumo sustentables como una fuente de ventaja competitiva en las siguientes décadas para el bien de las generaciones presentes y generaciones futuras.
*El autor es director del área de Entorno Político y Social y director académico de los Programas de Perfeccionamiento del IPADE.