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Emplea tu inteligencia emocional

​Las definiciones populares de inteligencia usadas hasta casi finales del siglo XX enfatizaban los aspectos cognitivos de la misma.

Pese a ello, Thorndike utilizaba desde 1920 el término “inteligencia social” para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas. Aunque quizás el término se usó más con los trabajos de Garner sobre inteligencias múltiples. Entre ellas incluía la inteligencia interpersonal (la capacidad de entender a otros) y la inteligencia intrapersonal (la capacidad de entenderse a uno mismo).

Sin embargo, el concepto de inteligencia emocional se popularizó con el trabajo de Daniel Goleman, en su libro “Emotional Intelligence: Why it matters more than IQ” (1997). Aquí destaca la importancia de este tipo de inteligencia.

Inteligencia efectiva

Goleman llamó la atención hacia aquellas personas que, pese a no tener un coeficiente intelectual muy alto, parecían vivir muy bien y ser felices. Ellos podían enfrentar las circunstancias de la vida diaria de una manera exitosa.

Parecían tener más conciencia que los demás tanto de sus sentimientos y de sus emociones, como las de los demás. Esto les permitía administrarse mejor, trabajar mejor en equipo y ser más empáticos con otras personas como clientes, empleados y proveedores.

Teoría muy similar al popular modelo de liderazgo de Covey en sus “7 hábitos de las personas altamente efectivas”. Aquí establece que para que un líder mejore su inteligencia emocional es necesario primero el autoconocimiento y la victoria personal, para poder después incorporar el efectivo manejo de las relaciones con los demás, a lo que Covey llama victoria pública.

Lo interesante en la teoría de Goleman es que las emociones juegan un papel crucial junto con las razones. A su vez, propone que la inteligencia emocional puede ser desarrollada. Por ejemplo, si aprendemos a entender y manejar nuestras emociones, es más fácil pensar claramente y tomar mejores decisiones.

A nivel organizacional, es importante para la empresa moderna que sus colaboradores y directivos logren reconocer la diferencia entre sentimientos, emociones y la no-racionalidad como realidades de las personas y de los grupos, que pueden controlarse, manejarse y aprovecharse de manera productiva y por el bienestar de la organización.

El autoconocimiento nos hace ser más creativos y activos.

Enero 18 / 2019

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Decano del área de Entorno Económico
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