Profesor del área de Factor Humano
Cuando se habla del momento de un país desde la perspectiva humana, se apela a la relación de cada persona con la idea de él. Por lo tanto, cuando se habla del Momento México es algo que, en teoría, compartimos todos los mexicanos, sin reconocer que cada persona pertenece a grupos sociales antes de ser mexicano.
Cada habitante está relacionado con muchos grupos, que conforman al país; algunos son tan grandes que es posible identificarlos por ideologías o estratos sociales; pero al decir Momento México cada uno entiende y espera algo distinto.
En ese sentido, el Momento México para las personas que han tenido acceso a menos oportunidades y que sufren carencias, implica un beneficio concreto, real e inmediato. Pero cuando una persona proviene de la abundancia de oportunidades, significa proyectar situaciones a futuro y esperar resultados a largo plazo.
Cuando estos grupos tratan de establecer un diálogo, las diferencias salen a flote, porque cada cosa que se aporte hoy implica un sacrificio mañana y viceversa.
Reformas estructurales y descontento
Cada grupo intermedio tiene perspectivas distintas. Por ejemplo para algunos, la Reforma Educativa y las evaluaciones son positivas, el argumento es “no queremos maestros malos y si los exámenes van a determinar su permanencia es excelente”.
Por otro lado, cuando las personas dicen “tenemos que dar clases sin ningún tipo de apoyo, sin aulas dignas, sin elementos que favorezcan el proceso de aprendizaje”, emerge el riesgo de evaluar con un examen que puede convertirse en una herramienta de control de grupos locales.
En este momento ya no importa la evaluación para saber si el maestro es bueno o malo, sino poner atención en las personas que controlan la evaluación, para que el examen no se transforme en un mecanismo de control.
México no ha llegado a estándares con los que sea posible universalizar medidas, porque hay realidades en todos lados. Pero cuando esto no se reconoce, es imposible establecer diálogos, porque quien nace y crece dentro de una realidad le cuesta trabajo entender otra. Juzga y critica la otredad.
¿Qué hacer para unificar?
Existen dos variables para unificar dos grupos distintos y dirigirlos hacia un mismo fin: libertad y control. Para lograr que una cultura cambie se puede recurrir al control absoluto, la imposición de normas y la ejecución de castigos. Esta forma tiene ventajas tales como la velocidad, pero el costo es alto, doloroso y siempre queda un rezago de resentimiento.
El otro extremo es la libertad con la que se propicia un nivel alto de compromiso individual, cambios culturales profundos y permanentes, sin embargo, el proceso es lento y el desgaste intermedio puede ser alto si no hay quien vigile los desacuerdos.
El caso de Sudáfrica es emblemático, porque si Mandela hubiese recurrido a la imposición, se corría el riesgo de una guerra brutal entre los distintos grupos sociales que existían. En cambio, el admirado estadista apeló a la libertad, a elementos comunes, y logró elevar la discusión hasta llegar al reconocimiento de todos.
El concepto de unidad está basado en la pertenencia y a simple vista resulta sencillo, pero aterrizarlo en un país de cientos de miles es una tarea monumental. No obstante, México nunca ha contado con un mensaje de unidad; ha habido intentos, pero los logros en ciertos deportes o los reconocimientos por el manejo de la economía no son elementos que todos reconozcan como propios.
Por el contrario, hay grupos que han sacado provecho de las marcadas diferencias en el país y fomentado la división por décadas con el discurso “odia a los otros porque son malos”.
Bajar a los ricos o subir a los pobres
Hay dos maneras de contrarrestar las profundas diferencias que hay en México: bajar a los ricos o subir a los pobres. Pero en la búsqueda de unidad se trataría de subir a las clases bajas a un nivel mejor, ya que bajar a los demás es empobrecer al país pues no se invertiría, se consumiría lo necesario y se frenaría la generación de empleos.
Poner freno a las personas es crear estrés, presión y fomentar el egoísmo y la individualidad. En esas condiciones no puede haber unidad.
Si no es ahora, será dentro de 30 años
Si va haber un Momento México tiene que apelarse a elementos que ayuden al reconocimiento en el otro, apoyar al otro y otorgar un espacio de seguridad; sin esto, el Momento no llegará.
Lo triste es que si no hay Momento México hoy, la siguiente oportunidad será dentro de 30 años. Es un tema urgente.